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47.Flora_Nomada

Fragmento de Cómo ser Charles Atlas

La caja


Quizás por eso le gusta, por lo transparente, por lo cuadrada.

Empezó a molestarle cuando la suspendieron en el aire y los curiosos la miraban a todas horas vivir allí, sin los rigores del tráfico, sin tener que salir corriendo para el trabajo o la escuela de los niños. Lo que le molestaba todavía más era la pandilla de libidinosos que se ponían debajo para intentar verle las bragas cuando usaba falda o iba en camisón.

Dentro de la caja, su marido estaba preocupado por las rarezas de las últimas semanas. 

Decía ver hombres en el suelo y a personas a su alrededor observándola como si fuese una atracción de feria, colgada en el aire como una jaula. A Gabriela le gustaba su caja, lo decía con inquietante serenidad, acostumbrada, saludando a sus espectadores, y a los mirones del suelo intentaba mearlos para que dejaran sus impertinencias lúbricas. 

Dentro de la caja sus hijos estaban asustados, y su marido ya no sabía qué hacer cuando Gabriela se ponía a discutir con sus espectadores.

Una mañana, se acercó con extrañeza a la pared de su caja. Una niña en camisón la miraba con extrañeza desde el otro lado. Se reconocieron. La niña sonrió y le sacó la lengua y Gabriela se recordó feliz y con ganas de ser mayor y de vivir, y eran tantas las ganas de reír y de vivir que Gabriela despertó a todos en la casa para decirles que la caja se había desvanecido.

—¡Cuidado! —le advirtió el marido entre asustado y molesto, señalando al suelo—, hay unos tipos ahí intentado mirarte por debajo del camisón.

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